lunes, 28 de noviembre de 2016

Juegos



El coche negro y pequeño se desliza lentamente por la carretera. La luz difusa de las farolas ilumina con tintes de celofán amarillo la oscuridad. Son las cinco de la mañana en un barrio de las afueras de una gran ciudad. Los faros del coche señalan, como los focos de un teatro enmarcando la escena que tendrá lugar, la marquesina del autobús donde se halla esperando un hombre.
-Ya me estoy cansando de dar vueltas. Llevamos dos horas buscando y no aparece nadie con esas características.
-¡Joder tío! Mira el tipo de la parada del bus.
-¡Hostia! ¡Es él! ¡Por fin! Bajito, gordo, calvo, cincuentón y con cara de idiota.
El coche ralentiza su marcha hasta que se detiene delante de la marquesina. Los dos jóvenes que se encontraban en su interior descienden y rodean al hombre. Este pensando que van a robarle balbucea.
-Nn nn no tengo nada. Soo sólo soy un obrero. Voy, vooy a tra trabajar. Tra trabajo en en una pana, panadería. Bueeno si que quereis mi mi reloj…
-Así que un obrero, joder tío, de puta madre, eso también está en el guión- dijo el joven con perilla.
-¿El guión?- la voz del hombre tan triste y silenciosa por el miedo se perdió entre el cuello de su camisa.
-Lo siento, ¿sabe? No es nada personal pero debemos hacerlo. El guión, lo pide el guión.- le dice el joven de voz meliflua al tiempo que saca una navaja de la cazadora de cuero marrón.
-Yo le sujeto y tu lo haces – dice el joven de la perilla mientras con un brazo rodea el cuello del hombre y con el otro atenaza sus brazos.
La navaja entró decidida en su vientre y giró dos veces sobre si misma mientras los ojos del hombre se abrían enormes, extrañados, castaños y tiernos en la noche con sombras amarillas. El hombre quedó tendido en el suelo y la sangre de su vientre empapa la acera y cuando la colma va cayendo a la calle negra hasta que se confunde con ella. A su lado una pequeña fiambrera que al caer se abrió y desparramó su contenido, un bocadillo de tortilla y una manzana.
En el coche que se aleja los dos jóvenes charlan.
-¿Cual es lo siguiente tío?
-Hay que violar a una negra joven, a ser posible virgen y con el pelo largo, bizca, ni gorda ni delgada, ni alta ni baja...

miércoles, 9 de noviembre de 2016

El ángel apolíneo



Amanece y el ángel apolíneo encaramado en el tímpano de la puerta del cementerio extiende sus alas blancas. La niebla, agazapada sobre lapidas y nichos, espera al mediodía para mutar en transparencias. El primero en llegar es el enterrador que alterna el doble oficio de sepulturero y oficial de mantenimiento del camposanto. Abre las puertas y a los pocos minutos la gravilla de los caminos cruje con las pisadas de los visitantes. Olor a flores de muertos, por los muertos y para los muertos se suceden en la mañana de otoño. La mujer anciana rodeada de sus hijos deposita su ramo sobre el panteón de mármol blanco. Cuando se endereza su mirada se tuerce a la izquierda. Guarda la compostura cuando ve a la mujer del abrigo negro entallado en una cintura aún fina y unas piernas largas vestidas de luto y solo el cristo crucificado de la losa oye el bisbiseo de sus labios,la muy puta, ni hoy respeta nuestro dolor, Prudencio, cuanto daño nos hiciste y sin embargo, aquí estoy, a pesar de todo”. Un poco más allá, la mujer madura con el concienzudo peinado escarola llora lagrimas clamorosas ante la tumba de granito negro con pequeña cúpula gótica, mientras un apuesto joven de mirada descarada, bragueta fácil y vida cómoda, la espera aburrido unos metros detrás. Palabras como serpientes silban entre las sepulturas.” Mírala hace cuatro días que enterró al marido y ya tiene un amigo, y de que te extrañas, dicen que siempre los tuvo. Hoy no vino el marido de Antonia, cómo va a venir si está en Benidorm ¡ay el muerto al hoyo y el vivo al bollo!, ¿te has fijado cómo envejeció Sagrario? pues claro, es ese hijo drogadicto que va a acabar con ella y anda que poco pelo le queda ya a Jesús, qué entradas, je je je, son para dejar sitio a los cuernos que le van a empezar a salir.” Un perro de pelo hirsuto y ojos amarillos surge al mismo tiempo que el cura que viene a decir la misa. Huele aquí y allá, gruñe y enseña los dientes a todo el que intenta acercarse para echarlo, hasta que la mujer del abrigo negro entallado lo ve, sus miradas se cruzan, el perro menea la cola y lame la mano que suavemente lo conduce hacia la puerta. El sacerdote oficia la misa de difuntos, la niebla vuelve, la gravilla cruje con los pasos que se marchan, el perro de ojos amarillos permanece al lado de la puerta, la mujer de las medias negras espera a su lado y cuando llega el coche negro, ambos se suben. El ángel apolíneo baja la cabeza y cierra sus alas blancas.