lunes, 20 de marzo de 2017

Chasquido



En mi fase de ninfa viví durante un tiempo en el huevo hasta que, un día, salí al exterior. Una vez fuera abandoné el color blanco de mi anterior etapa y fui oscureciéndome hasta tomar el color que tengo ahora, negro brillante. Estuve un tiempo viviendo guarecida al calor de la cocina, un artefacto de hierro al que echaban piedras negras, acompañada durante ciertos momentos por otro ser que en nada se parecía a mi. Una criatura peluda de cuatro patas con ojos de color naranja que tan pronto se estiraba como se encogía en un ovillo.
Una noche que no estaba la criatura de cuatro patas, decidí aventurarme más allá de aquel estrecho espacio en el que me movía y al amparo de la oscuridad y pegada a la pared llegué a otro habitáculo. Desde el suelo trepé por una superficie cálida y mullida, hasta que me encontré otra textura diferente, en la que mis patas espinosas iban trazando una pequeña huella. En mi periplo, descubrí hirsutas briznas negras, ásperas durezas, sedosas hebras entrelazadas como bosques de altas hierbas, espacios ahuecados, protuberancias esponjosas, diminutas cavidades, suaves colinas, hasta que llegué a una alta montaña que subía y bajaba. Me encaramé a lo más alto y desde allí contemplé lo que había al otro lado. Al fondo de una empinada cuesta, una vaguada y un poco más allá, una oquedad que se abría y se cerraba. Me lancé hacia abajo en una loca carrera, las antenas se me enredaban en las delgadas lianas que había en la brusca pendiente, mis patas luchaban por mantener el equilibrio y continúe resbalando hasta que el escudo de mi cabeza chocó contra algo. Me levanté y ascendí hasta la abertura de la caverna. De repente, cuando se abrió, un remolino me arrastró hacia adentro y caí en una rampa blanda y viscosa. Mis tráqueas se taponaron con una sustancia blanquecina y cuando estaba a punto de ahogarme una tromba me expulsó hacia el exterior. Una violenta claridad apareció de repente e intenté huir.
-¿Qué haces? ¿Porqué enciendes la luz?
-No sé... Es que me parecía que tenía algo en la boca.
-¡Ahhh! ¡Qué asco! Mira, encima de la manta, una cucaracha ¡Corre! ¡Aplástala con la zapatilla!

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