lunes, 15 de diciembre de 2014

Objetos inservibles


Llevaba dándole vueltas a la cabeza desde que el día anterior había leído aquel artículo en el periódico. Minimalismo en la vida diaria... desprenderse de cosas inútiles acumuladas a lo largo de los años... tirar un objeto cada día... Decidió llevarlo a la práctica y comenzó a meter en una maleta todo aquello que le pareció inútil; en la habitación de su hija, que hacía un par de años que no vivía con ellos, el despanzurrado oso de peluche y la raída manta de cuadros de colores; en el dormitorio conyugal, aquel ridículo joyero de conchas, comprado durante su luna de miel en la isla de la Toja y el horripilante cuadro de San Sebastián asaeteado, regalo de boda de una tía de Antonio; en el vestíbulo, el payaso de sonrisa siniestra de la estantería y el reloj de cuco, sin cuco, de la pared. En el salón Antonio la recibió con un sonoro ronquido de su boca babeante y ella, procurando no despertarlo, continuó con su recolección de objetos inservibles.
Cuando su marido despertó, encima de la mesa, había una nota: “Volveré por la noche. En la puerta tienes dos maletas. Una tiene tus cosas, la otra, los trastos inútiles. De la que te marchas tírala a la basura."

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