Lo
detuvieron en el trabajo. Los vio venir a lo lejos un día por la
mañana, en el pasillo, rodeados por la luz blanca de los
fluorescentes, como ángeles implacables a cumplir sus designios.
Cree que alguien lo delató,
algún vecino de los que viven en el edificio de enfrente, quizá la
mujer de los rulos que pasa el día asomada a la ventana, la joven
que hace gimnasia en el balcón o el nieto de los porteros, pagan
una buena cantidad de dinero por
las denuncias, y eso que
siempre había procurado hacerlo con las cortinas corridas, o en el
baño sin ventanas, intentado acostumbrarse a la nueva normativa que
en breve prohibiría las cortinas y sólo permitiría que los nuevos
edificios se construyeran de cristal, todos controlarían la vida de
todos, todos se vigilarían y nadie infringiría las leyes.
Lo
llevaron al edificio de la Sede Central y por la gran puerta con dos
entradas rotatorias, unos salían y otros entraban, las colas
permanecían en silencio, los que entraban, custodiados por sus
guardianes, fríos, hieráticos, como esculturas de granito, y los
que salían, unos con las manos muertas, otros, con los ojos vacíos,
demudados por el terror, castigados por escribir en hojas de papel o
por leer libros también en papel. La ley imponía hacerlo en la gran
pantalla del ordenador, todo tenía que pasar los filtros legales de
escritura y lectura recomendables, nada debía ser íntimo, personal.
Después de la entrada rotatoria lo llevaron a una sala con
artefactos adosados a la pared, los antiguos secamanos de los lavabos
públicos pero con una nueva función, inutilizar las manos de los
infractores de la ley. Había sido visto escribiendo en un folio, la
pena, las manos muertas, y mientras las introducía, aterrorizado, se
vio engrosando la lista de los mendigos mancos y ciegos que pululaban
por la ciudad, inútiles y locos, revolviendo entre las basuras,
hasta que un día aparecían muertos en cualquier esquina, y el
camión que pasaba todas las noches recogiendo las inmundicias los
desaparecía y se controvertían en nadie.
Terrorrífico, más aún cuando cada vez parece que podría llegar a ser real... Dominique
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