La mujer, joven y
ceñida por unos vaqueros y una camiseta, estaba sentada en el
asiento pegado a la ventana. Un hombre de mediana edad y traje de
chaqueta se subió al tren y se sentó enfrente. La miró con
detenimiento, desde la raíz del pelo hasta las uñas de sus pies
pintadas de rojo sanguinolento. Ella se fijó en el turbio bulto que
había entre sus piernas. Cuando la mujer se levantó, el hombre la
siguió. Ahora, en el pasillo, un pasajero espera impaciente para
entrar al WC.
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