Se despertó con la
boca seca y pastosa como si el día anterior hubiera bebido. La voz
de su madre terminó de despertarlo, Alfredo vas a juntar el desayuno
con la comida, ¿qué esperas para levantarte? Al abrir los ojos, en
la pared, los Rolling Stones lo miraban drogados hasta el culo y al
girarse vio el despertador colocado en la mesita que marcaba las las
once y media, cuanto he dormido, pensó y esta sensación de resaca
sin haber tomado ni una gota de alcohol, es por la mala noche que he
pasado, se dijo. En el sueño aquella mujer que primero lo engatusó
con la risa fácil y el esmero de los veinte años, una promesa de
vida en común, un cariño lo que tú quieras y él que se sentía
feliz, dejándose llevar, así durante un tiempo, inocente y ciego
como un topo le dijeron luego las caras borrosas y grises de no sabía
quién y venga a dar vueltas en la cama, sudaba y luego aquel
torbellino de insultos, portazos, eres el mayor fracaso de mi vida,
no hay quién te aguante, a ti tampoco, sería mejor que nos
separáramos, esto ya no tiene solución y lo sabes, nunca estás en
casa, estoy mejor en cualquier sitio, ya no te soporto, quiero el
divorcio pero ¿cómo vas a hacerle esto a tu hijo? Y venga a llorar
con una desolación tremenda delante de un espejo que no reflejaba su
rostro, como si hubiera dejado de existir perdido en aquel bucle de
acusaciones, pérdidas y angustia, hasta que despertó de aquella
pesadilla y ahora un clic de su teléfono móvil lo saca del
ensimismamiento, lo acerca y un nuevo mensaje de whatsApp “como
este mes no me ingreses los 300 euros de tu hijo te
denuncio”.
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