El rincón de poesía




 Ana Ajmátova 

Réquiem



 Anna comenzó a escribir poesía a la edad de once años. Como su padre no quería ver ningún verso impreso bajo su "respetable" apellido, ella decidió adoptar el de su bisabuela tártara, Ajmátova, como pseudónimo. Nacida en Odessa, en 1899, Ana Ajmátova contrajo matrimonio con Nikolai Gumielev, famoso poeta promotor del acmeísmo, a los veintiún años. Al año siguiente de la boda, Ana viaja a París y se hace amiga de Modigliani, quien ejecuta 16 retratos de ella, de los que sólo uno ha sobrevivido. 


De vuelta e en su patria acude a reuniones semanales en las que pronto surgirán dos grupos disidentes, a su vez opuestos entre sí: los futuristas y los acmeístas. El ala radical está representada por los futuristas, de los cuales Mayakovski es uno de sus principales exponentes: niegan el lenguaje poético y exigen la autonomía de las palabras, introduciendo el lenguaje coloquial para lograr un deliberado efecto antipoético. El acmeísmo significa una ruptura total con el viejo simbolismo. Sus cultivadores más notorios: Gumielev, Ajmátova y Osip Mandelstam, cuestionan directamente la actitud vital de los simbolistas rompiendo con el simbolismo, de carácter metafórico, y restableciendo el valor semántico de las palabras. Les gusta llamarse a sí mismos artesanos, pues consideran al lenguaje como a cualquier otro material del que deben aprenderse sus cualidades naturales y sus limitaciones. Rechazan, por ello, las diferenciaciones entre lo poético y lo no-poético. En esta línea Anna publica en 1912 su primer libro de poemas titulado "La tarde". En ese mismo año nace su único hijo, Lev y en 1918 se divorcia de Gummielev.
Más tarde Ajmátova se casaría con el prominente asiriólogo Vladimir Shileiko y poco después con el historiador de arte Nikolái Punin. Boris Pasternak estuvo enamorado de ella, pero Anna rechazó su proposición.
La evolución posterior de la poesía de Ajmátova estará en gran medida determinada por la irrupción en su vida de determinados hechos históricos.


Jamás busqué refugio bajo cielo extranjero,
ni amparo procuré bajo alas extrañas.
Junto a mi pueblo permanecí estos años,
donde la gente padeció su desdicha.


Después de publicar su tercer volumen de versos, su ex-esposo, Nikolai Gumiliev, es fusilado por los bolcheviques tras haber sido condenado por participar en una conspiración contra el nuevo régimen. Este hecho será una condena para Ana y su hijo hasta el fin de sus días. Más tarde su hijo será también arrestado y deportado a Siberia. Durante el estalinismo el Comité Central del Partido Comunista dicta desde 1925 “instrucciones especiales” para que no se publique ni un verso más de Ana Ajmátova. A lo largo de diez años, su silencio será casi total, hasta que, en 1935, su hijo será arrestado durante la ola represiva que levantó el asesinato de Kirov. Y su último marido, Punin, moriría de agotamiento en un campo de concentración en 1938. Los poemas de Anna se prohibieron, fue acusada de traición y deportada. Por temor a que fusilaran a su hijo quemó todos sus papeles personales. En 1944 pudo regresar con su hijo a Leningrado. 

Esto sucedió en tiempos en que sólo los muertos sonreían,
alegres por haber hallado al fin reposo,
y como un apéndice inútil, Leningrado colgaba
del portón de sus cárceles, mecido por el viento.
En tiempos en que, enloquecidos de dolor,
desfilaban al paso columnas de condenados
mientras las locomotoras lanzaban al aire
su breve canción de despedida…
Estrellas de muerte planeaban en lo alto,
y la inocente Rusia se retorcía
bajo las botas ensangrentadas,

y bajo las ruedas de los furgones celulares.

Pero en 1944, al concluir un recital suyo en el Museo Politécnico de Moscú, es aclamada de pie por tres mil asistentes. “¿Quién organizó esa ovación?”, preguntará Stalin al enterarse. Entonces tiene lugar la segunda prohibición de la publicación de sus obras que irá acompañada de una larga declaración de un miembro prominente del Politburó en la que se acusa a Ajmátova de “individualista”, de que sus temas son “ajenos a las masas” y de que recurre a “elementos de tristeza, nostalgia y misticismo”.
Ana falleció en Moscú en 1966.





El poeta Joseph Brodsky la definió así:

"Su sola mirada te cortaba el aliento. Alta, de pelo oscuro, morena, esbelta y ágil, con los ojos verdosos de un tigre polar, durante medio siglo la ha dibujado, pintado, esculpido en yeso y mármol, fotografiado un sinnúmero de personas, empezando por Modigliani. Los versos dedicados a ella formarían más volúmenes que su obra entera".



Réquiem refleja el desconsuelo y el amor de una madre, pero es también una oración por su pueblo, un rezo para los muertos en vida, un sudario confeccionado con la nieve blanca que la rodeaba, un lamento teñido de hielo y un grito silencioso e incansable que atraviesa los muros del dolor.  

Selección de poemas de Réquiem

A MODO DE INTRODUCCIÓN

En los terribles años de la yezhovzhina pasé dieciséis meses
en las filas frente a las cárceles de Leningrado. Un día, al-
guien me reconoció. Entonces, una mujer de labios morados
que ocupaba su lugar detrás de mí que, por supuesto, jamás
había escuchado mi nombre, pareció despertar del letargo
en el que permanecíamos sumidas y me preguntó al oído
(porque allí todos hablaban en voz muy baja):
¿Y usted podría describir esto?
Yo repuse:
Si, puedo.
Entonces una especie de sonrisa se deslizó por lo que algu-
na vez había sido su rostro.





DEDICATORIA

Ante esta inmensa desgracia los montes se doblegan
y dejan de correr los grandes ríos,
pero más fuertes aún son los cerrojos de la cárcel,
que esconden los lechos de tablas
y la infinita tristeza.
Ya no sopla para ti la fresca brisa,
ni sed enciende para ti el tierno ocaso.
Ya nada sabemos, somos siempre los mismos,
sólo escuchamos el odioso rechinar de los portones
y el retumbar de los soldados que marcan el paso.
Despertábamos temprano, como para la misa matutina,
y atravesábamos la capital totalmente salvaje.
Confluíamos en un punto, más unánimes que un muerto,
más opacos que el sol, más brumosos que el Neva,
pero la esperanza continuaba a lo lejos su canto.
¡La sentencia!... Y al instante saltaron las lágrimas,
y me hallé aislada del resto del mundo,
como si me arrancaran la vida que alberga el corazón,
o me hubieran lanzado de bruces contra el suelo.
Pero ella avanza… Solitaria… Vacila…
¿Dónde están hoy aquellas desconocidas con las
que compartí dos años de infortunio?
¿Qué formas adivinan en la ventisca siberiana?
¿Qué imaginan ver en el círculo blanco de la luna?
A todas ellas envío mi última adiós.

RÉQUIEM

1
Te llevaron al amanecer,
fui tras de ti como quién despide un cadáver.
lloraban los niños en la estancia oscura
y humeaba la vela bajo el icono.
No podrá olvidar el frío de tus labios
y el sudor mortal en tu frente.
Como la mujer de los strelzi
aullaré a los pies del Kremlin.
2
Fluye sereno el apacible Don,
entra en la casa una luna amarilla.

Entra alegre, con la gorra ladeada,
la luna, y ve una sombra.

Esta mujer padece de tristeza,
esta mujer se siente sola.

Su esposo yace en la tumba,
y su hijo está en la prisión. Recen por ella.
3
No, no soy yo, es otra la que sufre,
yo no podría sufrir tanta. Dejen
que un negro manto cubra lo ocurrido,
y que retiren las linternas…
Cae la noche.
4
Si a ti, la joven frívola y sarcástica,
la niña mimada de todos sus amigos,
la alegre pecadora del Tsárskoye Seló,
te hubieran dicho cuánto
habrías de sufrir en esta vida:
cómo, la número trescientos, esperarías
con tu hatillo a los pies de Las Cruces;
y cómo tu lágrima ardiente quemaría
de parte a parte el hielo de año nuevo…
En el patio de la cárcel se mece un álamo,
nada se escucha, ni un solo murmullo. ¿Cuántas vidas
inocentes no se estarán consumiendo allí?
5
Hace diecisiete meses que grito
llamándote a casa.
Me he arrojado a los pies del verdugo,
por ti, hijo mío, horror mío.
Todo ha perdido sus contornos,
y ya soy incapaz de distinguir
a la fiera del hombre, al hombre de la fiera,
ni sé cuántos días faltan para la ejecución.
Me encuentro sola, rodeada de flores
polvorientas, del tintinear del incensario,
y de huellas que no conducen a ninguna parte.
mientras me mira fijamente a los ojos
anunciándome la próxima muerte,
una estrellas inmensa.
6
Ligeras vuelan las semanas,
y aún no sé cómo pudo ocurrir,
cómo, hijo mío, en la cárcel
las blancas noches te miraban,
como hoy vuelven a mirarte
con ojos de halcón afiebrados;
mientras te hablan de tu alta cruz
y de la muerte.




LA SENTENCIA

Y cayó la palabra de piedra
sobre mi pecho, aún con vida.
No es nada, siempre supe que así sería,
sabré enfrentarlo de la mejor manera.

Son muchas las cosas que aún debo hacer:
acabar de matar la memoria,
procurar que mi alma se vuelva de piedra,
y aprender de nuevo a vivir.

Y si no… El cálido susurro del verano
semeja una fiesta bajo mi ventana.
Hace tiempo ya lo había presentido:
este diáfano día y esta casa vacía.

Verano de 1939




Réquiem de Ana Ajmátova (1935-1940) en la voz de Luisa Pastor de Auralaria.
Poesía Escénica. (Adapatación libre del poemario mediante la conjugación de diferentes versos de Réquiem) 



Alejandra Pizarnik





Poetisa argentina nacida en Buenos Aires el 29 de abril de 1936 y fallecida en la misma ciudad el 25 de septiembre de 1972. Hija de emigrantes judíos centroeuropeos, cursó estudios de Filosofía, Letras y Periodismo, aunque no terminó ninguna carrera universitaria. En 1960 se trasladó a París, donde entabló amistad con Julio Cortázar, Rosa Chacel y Octavio Paz, entre otros, siendo este último el prologuista de su poemario "Árbol de Diana" (1962), su cuarto poemario. Trabajó para la revista-Cuadernos- y algunas editoriales francesas, publicó poemas y críticas en varios diarios, tradujo a Antonin Artaud, Henri Michaux, Aimé Cesairé, e Yves Bonnefoy, y estudió historia de la religión y literatura francesa en la Sorbona.
Regresó a Buenos Aires en 1964, publicando sus poemarios más importantes: “Los trabajos y las noches” (1965); “Extracción de la piedra de la locura” (1968); “El infierno musical” (1971). En 1968 había obtenido la importante beca Guggenheim, lo que le permitió viajar a Nueva York y París, pero regresó pronto a Argentina, donde se hicieron evidentes sus problemas depresivos que derivaron en varias tentativas de suicidio. Internada finalmente en el Hospital Psiquiátrico Pirovano de Buenos Aires, aprovechó un permiso de fin de semana para suicidarse con una sobredosis de seconal sódico a la edad de treinta y seis años. Su muerte causó gran conmoción en la comunidad cultural hispanoamericana, que la sigue considerando como una de las poetas surrealistas más importantes en lengua española.


Firmemente apolítica e influenciada en su lirismo por Antonio Porchia, los simbolistas franceses, en especial Arthur Rimbaud y Stéphane Mallarmé, por el espíritu del romanticismo, y por los surrealistas, Pizarnik escribió libros poéticos de notoria sensibilidad e inquietud formal marcada por una insinuante imaginería. Sus temas giraban en torno a la soledad, la infancia, el dolor y, sobre todo, la muerte.












Estos huesos brillando en la noche,
estas palabras como piedras preciosas
en la garganta viva de un pájaro petrificado,
este verde muy amado,
este lila caliente,
este corazón sólo misterioso.

El poema que no digo,
el que no merezco.
Miedo de ser dos
camino del espejo:
alguien en mí dormido
me come y me bebe.

                                                                                  a Laure Bataillon


(un dibujo de Klee)

cuando el palacio de la noche
encienda su hermosura
pulsaremos los espejos
hasta que nuestros rostros canten como ídolos.

Aquí vivimos con una mano en la garganta. Que
nada es posible ya lo sabían los que inventaban
lluvias y tejían palabras con el tormento de la
ausencia. Por eso en sus plegarias había un
sonido de manos enamoradas de la niebla.

                                          a André Pieyre de Mandiargues
alguna vez
alguna vez tal vez
me iré sin quedarme
me iré como quien se va

                                                                                            a Ester Singer

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida,
déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de
piedras verdes en la casa de la noche, déjate
caer y doler, mi vida.


Este canto arrepentido, vigía detrás de mis 
poemas:

este canto me desmiente, me amordaza.




                
Tiempo
                
A Olga Orozco

Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.

Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.






Poema
Tu eliges el lugar de la herida
en donde hablamos nuestro silencio
Tu haces de mi vida
esta ceremonia demasiado pura.

                                                                      Amantes
                                                                                                                       


Encuentro
alguien entra en el silencio y me abandona
Ahora la soledad no está sola
Tú hablas como la noche
Te anuncias como la sed

Nombrarte
No el poema de tu ausencia
sólo un dibujo, una grieta en un muro,
algo en el viento, un sabor amaargo




Los trabajos y las noches
para reconocer en la sed mi emblema
para significar el único sueño
para no sustentarme nunca de nuevo en el amor
he sido toda ofrenda
un puro errar
de loba en el bosque
en la noche de los cuerpos
para decir la palabra inocente







Infancia
Hora en que la yerba crece
en la memoria del caballo.
El viento pronucia discursos ingenuos
en honor de las lilas
y alguien entra en la muerte
con los ojos abiertos
como Alicia en país de lo ya visto. 



Sombra de los días a venir
Mañana
me vestirán con cenizas al alba,
me llenarán la boca de flores.
Aprenderé a dormir
en la memoria de un muro,
en la respiración
de un animal que sueña.



De Cortázar para Pizarnik
Alejandra

Puesto que hades no existe, seguramente estás allá,
último hotel, último sueño,
pasajera obstinada de la ausencia.
Sin equipajes ni papeles,
Dando por óbolo un cuaderno
o un lápiz de color.
- Acéptalos barquero: nadie pagó más caro
el ingreso a los Grandes Transparentes,
al jardín donde Alicia la esperaba.



Nuit du coeur
Otoño en el azul de un muro: sé amparo de las pequeñas muertas.
Cada noche, en la duración de un grito, viene una sombra nueva. A solas danza la misteriosa autónoma. Comparto su miedo de animal muy joven en la primera noche de las cacerías

                                                                                                        
Figuras y silencios
Manos crispadas me confinan al exilio.
Ayúdame a no pedir ayuda.
Me quieren anochecer, me van a morir.
Ayúdame a no pedir ayuda.

Un sueño donde el silencio es oro
El perro del invierno dentellea mi sonrisa. Fue en el puente. Yo estaba desnuda y llevaba un sombrero con flores y arrastraba mi cadáver también desnudo y con un sombrero de hojas secas.
He reunido muchos amores -dije- pero el más hermoso fue mi amor por los espejos.

Tête de jeune sille (Odilon Redon)
                                                                             A André Pieyre de Mandiargues
de música la lluvia
de silencio los años
que pasan una noche
mi cuerpo nunca más
podrá recordarse

Rescate
                      A Octavio Paz
Y es siempre el jardín de lilas del otro lado del río. Si el alma pregunta si queda lejos se le
responderá: del otro lado del río, no éste sino aquel.

Extracción de la piedra de la locura
Elles, les ámes (...), sont malades et elles souffrent et nul ne leur
porte-reméde; elles sont blessées et brisées et nul ne les panse.

El sueño de la muerte o el lugar de los cuerpos poéticos
Esta noche, dijo, desde el ocaso, me cubrían con una
mortaja negra en un lecho de cedro.
Me escanciaban vino azul mezclado con amargura.


Madrugada

Desnudo soñado una noche solar.
He yacido días animales.
El viento y la lluvia me borraron
como a un fuego, como a un poema
escrito en un muro.









Cold in hand blues
y qué es lo que vas a decir
voy a decir solamente algo
y qué es lo que vas a hacer voy a ocultarme en el lenguaje
y porqué
tengo miedo.



En un ejemplar de “Les Chants de Maldoror”
Debajo de mi vestido ardía un campo con flores como los niños de la medianoche.

El soplo de la luz en mis huesos cuando escribo la palabra tierra. Palabra o
presencia seguida por animales perfumados; triste como sí misma, hermosa como
el suicidio; y que me sobrevuela como una dinastía de soles.

Signos
Todo hace el amor con el silencio.
Me habían prometido un silencio como un fuego, una casa de silencio.
De pronto el templo es un circo y la luz un tambor.

Fuga en lila
Había que escribir sin para qué, sin para quién.
El cuerpo se acuerda de un amor como encender la lámpara.
Si el silencio es tentación y promesa.

La palabra que sana
Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje; alguien canta el lugar
en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso
existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y
además más y otra cosa.

 Los de lo oculto
Para que las palabras no basten es preciso alguna muerte en el corazón.
La luz del lenguaje me cubre como una música, imagen mordida por los perros del desconsuelo, y el invierno sube por mí como la enamorada del muro.
Cuando espero dejar de esperar, sucede tu caída dentro de mí. Ya no soy más que un adentro.

L'obscurité des eaux
Escucho resonar el agua que cae en mi sueño. Las palabras caen como el agua yo
caigo. Dibujo en mis ojos la forma de mis ojos, nado en mis aguas, me digo mis
silencios. Toda la noche espero que mi lenguaje logre configurarme. Y pienso en el
viento que viene a mí, permanece en mí. Toda la noche he caminado bajo la lluvia
desconocida. A mí me han dado un silencio pleno de formas y visiones (dices). Y
corres desolada como el único pájaro en el viento.

"Voces, rumores, sombras, cantos de ahogados: no sé si son signos o una tortura.Alguien demora en el jardín el paso del tiempo. Y las criaturas del otoño
abandonadas al silencio.

Yo estaba predestinada a nombrar las cosas con nombres esenciales. Yo ya no
existo y lo sé; lo que no sé es qué vive en lugar mío. Pierdo la razón si hablo,
pierdo los años si callo. Un viento violento arrasó con todo. Y no haber podido
hablar por todos aquellos que olvidaron el canto."


Coreografía de Tania Whaley basada en la vida y obra de Alejandra Pizarnik


Las palabras no hacen el amor
hacen la ausencia



Los pasos perdidos


Antes fue una luz
en mi lenguaje nacido
a pocos pasos del amor.













Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas

Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo


Más allá del olvido

alguna vez de un costado de la luna
verás caer los besos que brillan en mí
las sombras sonreirán altivas
luciendo el secreto que gime vagando
vendrán las hojas impávidas que
algún día fueron lo que mis ojos
vendrán las mustias fragancias que
innatas descendieron del alado son
vendrán las rojas alegrías que
burbujean intensas en el sol que
redondea las armonías equidistantes en
el humo danzante de la pipa de mi amor




Exilio

                                                    A Raúl Gustavo Aguirre

Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.

¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre amapolas?
¿Y quién no posee un fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas,
aunque fuere con sonrisas?

Siniestro delirio amar a una sombra.
La sombra no muere.

Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ángeles bellos como cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.



Quién alumbra

Cuando me miras
mis ojos son llaves,
el muro tiene secretos,
mi temor palabras, poemas.
Sólo tú haces de mi memoria
una viajera fascinada,
un fuego incesante.




Revelaciones

En la noche a tu lado
las palabras son claves, son llaves.
El deseo es rey.

Que tu cuerpo sea siempre

un amado espacio de revelaciones.
Poema 3

Sólo la sed
el silencio
ningún encuentro

cuídate de mí amor mío
cuídate de la silenciosa en el desierto
de la viajera con el vaso vacío
y de la sombra de su sombra



Encuentro


Alguien entra en el silencio y me abandona.
Ahora la soledad no está sola.
Tú hablas como la noche.
Te anuncias como la sed.








Infancia

Hora en que la yerba crece
en la memoria del caballo.
El viento pronuncia discursos ingenuos
en honor de las lilas,
y alguien entra en la muerte
con los ojos abiertos
como Alicia en el país de lo ya visto.



Nombrarte


No el poema de tu ausencia,

sólo un dibujo, una grieta en un muro,

algo en el viento, un sabor amargo.


Despedida


Mata su luz un fuego abandonado


Sube su canto un pájaro abandonado.


Tantas criaturas ávidas en mi silencio

           y esta pequeña lluvia que me acompaña. 

Algún día alguien descubrirá

cuando me marche...
que puse entu boca 
palabras mías.


                                                            Memoria iluminada


Elena Medel


Elena Medel nació en Córdoba en 1985. Ha publicado los poemarios Mi primer bikini (DVD, 2002) y Tara (DVD, 2006), así como los cuadernos Vacaciones (El Gaviero, 2004) y Un soplo en el corazón (4 de Agosto, 2007) y la crónica Córdoba 2016. El viaje a ninguna parte (Almuzara, 2012), escrita en colaboración con la periodista Marta Jiménez.

Su obra ha sido parcialmente traducida al alemán, árabe, armenio, esloveno, euskera, inglés, italiano, polaco, portugués y sueco, así como incluida en numerosas ant
ologías.

                                      
                                            






Mi primer bikini

Sólo yo sé cuándo sobrevivimos.

Lo sé porque mis dedos
se transforman en lápices de colores.
Lo sé porque con ellos
dibujo en las paredes de tu casa
mujeres con rostro de epitafio.
Porque, a la caricia de la punta,
comienza el derrame de los cimientos
formando arco iris en la noche.
Porque, al escribir testamentos
en el suelo, se remueven las vísceras
de azúcar, y trepan tus raíces.

Grabo versos de colores fríos
en tu piel, de arquitrabe a basa,
y les llueve y los diluye, y compruebo
que la lluvia suena como hacen al caer
las canicas brillantes y naranjas
que cambiaba en el patio del recreo,
poco antes de calzar mi primer bikini.

Hoy guardo las canicas, como un apagado
tesoro, en los huecos de otras espaldas.

Pinto también en la terraza de enfrente
un jardín de lápidas cálidas y hermosas.
Trazo -como una medusa de bronce-
un paraíso de cadenas hendiendo en mantillo
el valle diminuto que proclama que es frágil
y sin embargo, dirás tú, sobrevive.

Poética

Escribo porque quiero ser un poema, lo mismo que France Gall hoy es una canción de azúcar y un vestido en tonos claros, igual que recuerdo a Elizabeth Bishop como un iceberg que incendia los mapas con recelo. Así quiero ser yo: mirar mi brazo y no adivinarme el hueso, tocar mi cara y no palpar la carne, pero en cambio intentar saber la hora y contemplar que, en lugar de reloj, en mi mano se despereza un adjetivo. Decir Irène Némirovsky y convertirme en el poema en que se nombra a Irène Némirovsky, respirar durante unas estrofas como respiraba Irène Némirovsky, entrecortadamente, en arte menor. La luz apagada, un puzzle sobre la mesa, un montón de llaves para una sola cerradura: por todo eso escribo.


Irène Némirovsky

                                                                                Para Benjamín Prado

 Yo soy Elisabeth Gille llorando tu marcha:                       

éstas son mis cartas de cumpleaños quemadas.
Yo soy tu hija pequeña sin regalos de Navidad.
Persiguiendo a los nazis, saltando la valla.
Yo soy David Golder arruinado tras tu muerte.
Yo soy un acorde de piano cualquiera
que, de repente, en Issy-L'Evêque suena.
Yo soy Danièle Darrieux tirándose a un ministro nazi.
Yo soy la familia Kampf en un baile malogrado.
Yo soy las lágrimas que derramaste
en una cámara de gas en Auschwitz.
Yo soy el espíritu de la mala suerte.
Yo soy, como tú, una judía atea.
Yo también me exilié por la guerra.
Y soy un susurro al oído y un cuento de Chejov
y las moscas del otoño en un suburbio de Moscú
y soy un perro y soy un lobo
y soy un trago de vino de soledad...
Y soy tu todo y soy tu nada.
Y soy el cabrón alemán que te mató.
Y el germen de la semilla de tu ser.
Yo también me marché de Kiev.
Yo soy tú y a la vez yo.
Yo soy un insecto que por noviembre
merodea en los crematorios.
Yo soy la elegancia, el clasicismo y la frescura
de la boca que Hitler mandó callar un día.
Yo soy Grasset quemando todos tus fonemas
cuando tus hijas aún duermen a tu sombra.
Soy tu mano que acaricia sus cabellos
y que, dedos traviesos, imagina un nuevo cuento.
Y digo que este poema es Irène Némirovsky
lo mismo que yo soy Finlandia en 1918
y tú eres un corazón más en un mundo vacío.

(De "Mi primer bikini" 2001
)


I will survive

Tengo una enorme colección de amantes.
Me consuelan y me aman y con ellos mi ego
se expande y extramuros alcanza la azotea.
Cuando estoy con cualquiera de ellos,
o con todos a la vez, siento la pesada carga
de millones de pupilas subidas a mi grupa,
y a mi oído lo acosan millones de improperios,
se habrá visto niña más desvergonzada / pobrecita,
Dios le libre del problema que suponen / habría
que encerrarlas a todas . Languidezco.
Quiero volar y volar y volar como Campanilla

-blanco y radiante cuerpo celestial,
pequeño cometa, pequeño cometa-
de la mano mis amantes, que dicen cosas bonitas
como estigma, princesa, miss cabello bonito, asteroide.

Todo sea por mis amantes, que no son dignos de elogio:
son minúsculos, y redondos, y azules,
azules o blancos, o azules y blancos,
y su boquita de piñón es invisible,
y para besarles introduzco a los pitufos
en mi boca, y para gozar de ellos
los trago, porque me sé mantis religiosa.
Quién soy, quién soy, ni siquiera sé quién soy.
Sólo los necesito cuando me desdoblo en dos,
cuando mi ego se encoge incomprensiblemente
e intramuros alcanza un punto mínimo,
cuando lloro demasiado o río demasiado,
y entonces los llamo y ellos, decidme vosotros
quién soy, mi pequeño y urgente consuelo,
se adentran en mi boca sin dudarlo, complacidos,
y me recorren por dentro, y al fin sonrío, soy,
sonrío tras sus cuatro, cinco, seis besos azules,
un balanceo en mi regazo, la sonrisa desencajada,
quién soy ahora, quién soy realmente ahora,
quizá sea una muñeca de trapo, me toman prestada,
sonrío con sus besos fríos color pitufo, color papá pitufo,
besos de colores, ligero toque frío y plástico en mi lengua,
quién soy ahora, quién soy realmente ahora.

Les comparto con muchas otras, Sylvia, Anne,
ay mis amantes pluriempleados, no lo he dicho,
mis amantes que son minúsculos, redondos y azules,
apuestos príncipes de un cuento de hadas,
cuando hago como que duermo
creen que soy la Bella Durmiente,
y entonces quiebran el relato y me besan,
y son como cualquier beso que lo es para dormirse,
buenas noches pequeñas plásticas azules y blancas,
quién soy, ya no quiero responder, no sé quién soy,
y contradigo el cuento y mi sueño es más profundo,
y no quiero despertar, no quiero, sólo quiero más
besos azules, quién, besos blancos,
besos porque mi ego tambalea en el centro de mi estómago,
quién soy, besos redondos o cilíndricos,
no importa quién soy, quién soy realmente,
falo químico para mi sonrisa, quién soy ahora,
 falo químico de colores para mi cabeza baja. 

(De "Mi primer bikini" 2001)



Candy

Rota sobre el arcoiris,
descubro que la lluvia
es mi única coraza.
De noche se me forman
piscinas en el hombro,
mientras cuento mis pecas.
De mañana, imagino
que buceo en ellas:
que mi nuez es esponja,
que escribo mis poemas
con la ruina de nadie.
En el fondo de todo
_cuyo cielo es trapecio_
mi cuello de botella
se empequeñece y ríe,
con un mensaje dentro:
salir jamás de aquí,
hormiga a pata coja.
O tumbada en añil:
mi barbilla es cruel
y araña el imperdible
que sujeta mis botas,
o me arranco de cuajo
el punzón que me aferra
al balcón, y me asomo.
He estado ahí abajo.
Golpeo el techo y llueve.
Diluvia mi cabello:
la lluvia es mi defensa;
éste, mi himno acuático.
He estado ahí abajo.
Abajo, más profunda.
Donde puedo estar sola.
Incluso más abajo,
incrustada en el fondo
del agua o de la tierra.
Trenzas destartaladas:
soy muñeca de sucio
trapo, pisoteada,
rota sobre el arcoiris.


Aquello en lo que te fijas cuando salimos por las noches

Mi madre me enseñó que la mejor forma de pasar por la
vida era renunciando a la propiedad particular.
Ella me convenció de que podría transformar los balbuceos
en música de cámara, con mis zapatos.
Tus zapatos son mágicos, me dijo. Pierde uno y ganarás un marido.
Vende dos y ante ti se revolverán las semillas de tu reino.
Y yo susurraba: mi reino eterno. Junto a él.
Decidí que los compraría de colores para camuflar mi identidad,
sobrios si aspiro a desvelar mis secretos.
No tacones ni zapatos planos ni aerodinamismo; le quiero
suciamente. He descubierto que pasos-pequeños
conducen a una-mujer-seria-con-dos-rayas-absortas.
Descalza, de puntillas, vuelvo a tener diez años y a morirme
por dentro de tanta soledad.

(De Tara, 2006)


[BELLUM JEANS]

Para Pura, Rebeca y Marina

Hoy, por fin, descubro que tengo buena suerte.

Que cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.
Que mi estómago ha aprendido del mito de Narciso
y ya silencia él sólo su grito desgarrado:
la desgracia de la hermosura ansío para mí.
Que mis dedos escarban y consiguen rescatar lo inútil,
o lo útil que yo sé —o creo— que no sirve.

Por merecer la más bella envoltura rezo cada noche.

Por ser la vencedora en la batalla diaria de Zara:
la guerra de los pantalones vaqueros más estrechos,
de colores, con dibujos, los de marca, los más caros,
porque cada vez es más sencillo que las yemas de mis
dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.
Por liderar el ranking de los cuerpos más apetecibles,
más llamativos, por una cosa u otra, a la cabeza
de las sedas varoniles, los mentones perfectos,
el vello hermoso enmarcando sus labios.

Aunque no sea alta ni melancólica ni mis manos expertas.

Insignificante, sonriente e ingenua como soy
acumulo mandatos de porcelana en el cubo de basura.
Y cada vez es más sencillo que las yemas de mis dedos
viajen, intuitivas, por los túneles de mi torso.

Magnífica estrella la mía. Hoy, por lo menos,
después de la austeridad de ya no hay llave,
tan sólo me duele la habitación número trece.
Y es un lujo morir habiendo prescindido del desayuno.





                                                 (Elena Medel y Antonio Gamoneda)


Escribiré quinientas veces el nombre de mi madre...

Escribiré quinientas veces el nombre de mi madre.
Con un vestido blanco trazaré cada una de sus letras por las
paredes de mi dormitorio, por el suelo del patio del
colegio, por el pasillo de la casa más antigua. Para
recordar mi origen cada vez que yo viva.
En todos los lugares podré besar sus mejillas limpias de
cristal, aunque ella duerma lejos:
sus mejillas cercanas que me dolerán allá donde acaricie
su nombre escrito.
Tantos días, tantas noches habrá de alimentarme
amorosamente con su parábola descalza;
vendrá mi madre a arroparme, mujer de humo, con los ojos
tiritando de suerte,
y en cada sueño mis apellidos dolerán como un cartel de
bienvenida a un hogar diferente.
Sobre mi cabello, rubio como el de mi madre, la corona que
me ciño como hija primogénita de Dinamarca.
Me llamaré Vacía, en honor a mis muertos; miraré cómo
retozan de acrílico las palmas de mis manos, sangrará
mi lengua a disposici6n de mis muertos.
Gritaré quinientas veces el nombre de mi madre para quien
quiera escucharlo, y escribiré que bendigo este medio
corazón en huelga mío, pues no olvido:
nací para llorar la muerte de otros.

(De "Tara" 2006)








Olvido García Valdés



Olvido García Valdés es una escritora asturiana (Santianes de Pravia, 2 de diciembre de 1950), que destaca por su obra poética. En la página de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes encontraremos su semblanza crítica.


Los galgos

                                                           Amadeo de Souza-Cardoso
El larguísimo lomo de los galgos
sentados cruza la pintura
como flecha en reposo
cerca de las que han sido detenidas
en el gesto alocado de la carrera,                        


liebres hieráticas y planas.
Atrás, más allá de los montes,
la curva anaranjada
de un imposible sol.
Hay algo intemporal
en la percepción escindida.
Líneas que nombran la extrañeza
y la calma, lo indiferente.
Qué lejos de aquí los días
que fueron como nidos.


                      

Formas rapaces volaron en el lienzo


                                                                              a M. von Trotta
Formas rapaces volaron en el lienzo
antes de la quietud.
La quietud: el mundo se ha dormido.
Has estado pintando -ahora sólo copias-
la barca, el castillo en la playa,
el lago -¿el mar?-.
Ambrogio Lorenzetti en blanco y negro.
Es gris el mar, es gris en tu pintura
el agua verde que dura ya seis siglos,
negra la barca, negro
el castillo y los viñedos al fondo.
El mundo se ha dormido y tú lo pintas;
es todo como un cuento,
pero no existe una bella durmiente
y está lejos el bosque;
no es un mundo de sueño el que describes
sino un mundo de ausencia:
ni una figura humana, nada animal o móvil
en el quieto paisaje.
Formas rapaces volaron en el lienzo
antes de la quietud. La quietud
de la vida, de lo que permanece
en lo deshabitado.




Este conocido temblor

Este conocido temblor
de las hojas con la brisa y este verde
de abril como un vómito
en la luz. Suficientes
aún las antiguas palabras:
no percibe el cadáver                                                  
dulzura ni calor y sí, en cambio,
el silencio y el frío,
puesto que se percibe lo que se es.
Discontinua vivencia, porque todas
aquí somos iguales. Como mirlos
y mirlos esbeltos en el canto y en el negro
intercambian sonidos:
acepta la vida, el acorchamiento
de la vida, desecha
la vieja hybris, nada
pierde quien muere, nada gana
tampoco. Es nítido
el sonido tras la lluvia,
se percibe ahora el tren
con violencia veloz, el obsesivo
zureo de palomas.

Escribir el miedo es escribir

escribir el miedo es escribir
despacio, con letra                                                                       
pequeña y líneas separadas,
describir lo próximo, los humores,
la próxima inocencia                                                                  
de lo vivo, las familiares
dependencias carnosas, la piel
sonrosada, sanguínea, las venas,
venillas, capilares




Como agua vinieron en la noche

AbajoComo agua vinieron en la noche
las ovejas, pies de agua y esquilas, cada una
de lo solo y de arena; resplandecientes
y abruptos, gruñidos o quejidos horadados
el pastor, mover de brisa, de agua
de ola retirándose, un único animal, un
signo raudo y musical, fanal
de la linterna, raíl de guturales,
 herrumbrosas, huecas
sonoridades incisivas
de la voz. Así aparecido, ello en la
noche del rastrojo y el monte, se retira.


Dormías. De modo natural

Dormías. De modo natural  
cerré la puerta. Estabas en mi casa
y eras más clara de lo que fuiste
y también era clara la penumbra
de aquella habitación. Buscaba yo
otra cosa y cerré sin ruido comprobando
que ya no tenía voz. Todo
aguardaba bajo formas
de sueño. Tú semejabas
santa Úrsula, atino ahora,
con aquella claridad y algo
del superior tamaño, Úrsula y su sueño.



La caída de Ícaro

1

Los atardeceres se suceden,  
hace frío
y las casas de adobe en las afueras
se reflejan sobre charcos quietos.
Tierra removida.

Cézanne elevó la nature morte
a una altura
en que las cosas exteriormente muertas
cobran vida, dice Kandinsky.
Vida es emoción.
Pero quedará de vosotros
lo que ha quedado de los hombres
que vivieron antes, previene Lucrecio.
Es poco: polvo, alguna imagen tópica
y restos de edificios.
El alma muere con el cuerpo.
El alma es el cuerpo. O tres fotografías
quedan, si alguien muere.

También un gesto inexplicable,
díscolo para los ojos, desafío,
erizado. Cuerpo es lo otro.
Irreconocible. Dolor.
Sólo cuerpo. Cuerpo es no yo.
No yo.

Lo quieto de las cosas
en el atardecer. La quietud,
por ejemplo, de los edificios.
El ensombrecimiento
mudo y apagado.

Como ojos,
dos piedras azules me miran
desde un anillo.
Los anillos
cuidadosamente extraídos
al final.
Como aquel de azabache y plata
o este otro de un pálido, pálido rosa.
Rostros y luces
nítidamente se reflejan en él.

En la noche corro por un campo
que desciende, corro entre arbustos
y choco con algo vivo
que trata de ovillarse, de encogerse.
Es un niño pequeño, le pregunto
quién es y contesta que nadie.

Esta respiración honda
y este nudo en la pelvis
que se deshace y fluye. Esto soy yo
y al mismo tiempo
dolor en la nuca y en los ojos.

Terminada la juventud,
se está a merced del miedo.


2

Verde. Verde. Agua. Marrón.
Todo mojado, embarrado.
Es invierno. Es perceptible
en el silencio y en brillos
como del aire.
Yo soy muy pequeña.

Un cuerpo caminando.
Un cuerpo solo;
lo enfermo en la piel, en la mirada.
El asombro, la dureza absoluta
en los ojos. Lo impenetrable.
La descompensación
entre lo interno y lo externo.
Un cuerpo enfermo que avanza.

Desde un interior de cristales muy amplios
contemplo los árboles.
Hay un viento ligero, un movimiento
silencioso de hojas y ramas.
Como algo desconocido
y en suspenso. Más allá.
Como una luz
sesgada y quieta. Lo verde
que hiere o acaricia. Brisa
verde. Y si yo hubiera muerto
eso sería también así.


Verde. Las hojas de geranio

Las hojas de geranio  
en la luz gris de la tormenta                                                    
tiemblan, tensión  
de nervadura verde oscuro.
Te mirabas las manos,
nervadura de venas; si los dedos
fueran deliciosos, decías.
Al caminar
apoyaba mi sien contra la tuya
y en la noche escuchaba
el ruiseñor y el graznido
del pavo. Indiferencia
de todo, oscuridad.
Me llamabas con voz muy baja.
Sólo un día reíste.


Cuando ya no hay sol

cuando ya no hay sol
pero las paredes de adobe
son aún rosadas,
cuando todavía los pájaros
revolotean
y después van quedándose
quietos, desaparecen,
cuando el verde de la cebada
se recobra, los cardos
se elevan,
el almendro en el palomar derruido,
poco a poco se va yendo la luz,
el adobe es ahora
muy pálido, muy pálido,
el espacio del valle
se ahonda


Al salir a la calle, sobre los plátanos

Al salir a la calle, sobre los plátanos,
muy por encima y por detrás de sus hojas
doradas y crujientes, el cielo, muy por encima
azul, intenso y transparente de la helada.
A cuatro bajo cero se respira
el aire como si fuera el cielo
que es el aire lo que se respirara.
Corta y se expande y un instante
rebrota antes de herir. Ritmos
de la respiración y el cielo, uno
lugar del otro, volumen
que quien respira retrajera, puro
estar del mundo en el frío,
de un color azul que nadie viera, intenso,
que nadie desde ningún lugar mirara,
aire o cielo no para respirar.



Otro país, otro paisaje

Otro país, otro paisaje,
otra ciudad.
Un lugar desconocido
y un cuerpo desconocido,
tu propio cuerpo, extraño
camino que conduce
directamente al miedo.
El cuerpo como otro,
y otro paisaje, otra ciudad;
atardecer ante las piedras
más dulcemente hermosas
que has visto,
piedras de miel como luz.



Conozco una pareja de cuervos

Conozco una pareja de cuervos, sé que tienen
un tiempo semejante al de los hombres
para vivir; podría visitarlos,
pasear juntos
hasta los sauces de la orilla.
Hoy he hablado con alguien por quien sentí afecto,
le encontré satisfecho y próspero;
su enemigo murió. La muerte
siempre es de frío.



Cuando voy a trabajar es de noche

Cuando voy a trabajar es de noche,
después amanece poco a poco,
hace mucho frío aún.
A menudo en el cine
me parece oír lluvia azotando el tejado,
como si no hubiese lugar
donde guarecerse.
Hoy alguien en un sueño dijo:
ten, en esta garrafa
hay agua limpia, por si toma moho
la del corazón.

El rey Cophetua y la muchacha mendiga

                                                                           Burne-Jones
Ella tiene los pies como Marilyn Monroe
y una tierna
indefensión en los hombros.
Están en una sala y la ventana
descorre sus cortinas a un atardecer
boscoso,
pero es como si fuera
una esfera
de cristal. No se miran.
Él la mira a ella. Ella a lo lejos.
Hace ya mucho tiempo que él la había soñado
como un aire
de cigüeñas, una luz,
y ahora estaba allí.
Tantas vidas que no parecen ciertas
en una sola vida.
Campanillas azules en la mano.
Él sabe que se irá. No hablan
y el momento está lleno de voz,
voz acunada, lejana.
El amor es una enfermedad,
campanillas azules. Siempre en ti,
como en el sueño, volviendo
siempre en ti. Tan incierta
la luz. Como en el sueño.

La voz, la de esta niña

la voz, la de esta niña                                                                          
que canta sola ahí,
la del muchacho
que por la noche da gritos y repite
obsesivo hijo de puta, las voces                                        

de los niños que juegan;
intransitiva voz, exenta
en el mundo, cuerpos autómatas
que a diario veo y que no veo, chillidos
veloces de vencejos
en el anochecer



Nastagio degli onesti

                                    Boticelli
Una escena de caza
en que el amante
azuza hacia la amada los mastines,
abre en canal su espalda
y arrojando a las bestias
las vísceras sangrantes
da de nuevo comienzo, como un sueño
-ella expía y consiente y habita
el mismo sueño-, a la persecución.




Otro país, otro paisaje

Otro país, otro paisaje,
otra ciudad.
Un lugar desconocido
y un cuerpo desconocido,
tu propio cuerpo, extraño
camino que conduce
directamente al miedo.
El cuerpo como otro,
y otro paisaje, otra ciudad;
atardecer ante las piedras
más dulcemente hermosas
que has visto,
piedras de miel como luz.

Te busco por las calles

te busco por las calles
de casas en ruinas y olor acre,                          
no hay timbres ni nombres;
te encuentro y me miras
pequeño y envejecido, no eres tú,
te pones un sombrero rayado
de ala vuelta y mínima, te vas






si me dejaras ir contigo en la noche,
en la hora parda del metro, antes
de amanecer, si pudiera acoger,
contemplar todo hueso tu rostro, el gesto
de fiera que piensa y vive sola, si no
se removieran airadas las palabras,
si no sintiera el viento que azota los
árboles arriba; qué hice que no
recuerdo, qué hicieron, dónde
ocurre la vida y es libre y no
benigna, dónde con su herida
lo solo del animal


 Delmira Agustini



 
En el atardecer del 24 de octubre de 1886, en una casa de balcones de mármol de la calle Río Negro, nació Delmira Agustini, hija del uruguayo Santiago Agustini y de María Murtfeld, de nacionalidad argentina, descendiente de alemanes y franceses.
Fue una niña solitaria, educada en el propio hogar,  que recibió clases de francés, de música y de pintura, a cargo de maestros particulares. La madre de Delmira tenía un carácter autoritario y absorbente que marcó la personalidad de la joven poeta. Ante su familia tenía un carácter eminentemente dócil pero paralelamente desarrolló casi en secreto su verdadera personalidad de poetisa, en versos de un erotismo encendido, triunfal y agónico a un tiempo. Tenía dieciséis años cuando aparecieron publicados sus poemas y relatos en conocidas revistas de entonces: Rojo y Blanco y La Pètite Révue.
 A los dieciocho años escribía columnas en La Alborada y rápidamente se convirtió en un personaje de la vida cultural, siempre acompañada por su madre.
La contradicción de su carácter también se muestra en su entorno familiar ya que esos mismos padres sobreprotectores que la llaman “la Nena”, son los mismos que alientan la publicación de sus encendidos versos.
Delmira Agustini se casó el 14 de agosto de 1913 con el rematador y consignatario de ganado Enrique Job Reyes, un devoto católico con amistades en los más encumbrados sectores sociales del país. La poetisa y su novio mantuvieron una relación amorosa al clásico estilo de la época, con un noviazgo que duró cinco años y un matrimonio que tuvo la brevedad de cincuenta y dos días.
Se casaron por la Iglesia Católica, con todos los ritos y ceremonias de rigor, siendo los padrinos el filósofo Eugenio Vaz Ferreira y el poeta Juan Zorrilla de San Martín.
Unas semanas después de su matrimonio Delmira le enviaba una correspondencia a Manuel Ugarte un escritor y político socialista que supo en algún momento rodearla de halagos y galanterías y de quien, se sospecha, siempre estuvo enamorada. La carta parece confirmarlo, ya que dice: “Para ser absolutamente sincera, yo debo decirlas; usted hizo el tormento de mi noche de bodas y de mi absurda luna de miel… mientras me vestían pregunté no sé cuantas veces si había llegado. Entré a la sala como a un sepulcro, sin más consuelo que el pensar que lo vería. La única mirada consciente que tuve, el único saludo inoportuno que inicié fueron para usted. Tuve un relámpago de felicidad. Me pareció por un momento que usted me miraba y me comprendía…” Y termina diciendo: “Usted, sin saberlo, sacudió mi vida”.
Cuando se cumplían un mes y 22 días de la boda, Delmira, decide, separarse de su esposo y retornar a su hogar de soltera, donde la espera su celosa y neurótica madre.
La fractura de la pareja y la solicitud de divorcio realizada por Delmira, en noviembre de 1913, cuando éste recién se había aprobado, impulsado durante el gobierno de José Batlle y Ordóñez llevaron a que Enrique Reyes se sintiera herido en su amor propio de masculinidad criolla y golpeado en su conservadora cultura católica.
Decide a pesar de todo, mantener una relación con su esposa y adopta la posición de amante. Alquila una habitación y coloca en las paredes diversas fotos de la poetisa y de esta forma acepta los encuentros, que ella, le impone dos o tres veces a la semana.
La fría tarde del 6 de julio de l914, tras el encuentro amatorio, Enrique Job Reyes dispara dos balazos que impactan en la espalda de la poetisa, cuando esta se estaba calzando. Luego se suicida. Según crónicas de la época Reyes llegó al hospital con vida y falleció después.






En sus tres volúmenes publicados "El libro blanco" en 1907, "Cantos de la mañana" en 1910 y "Los cálices vacíos" que vio la luz en 1913, exactamente un año antes de su muerte, y un libro que quedó inconcluso "Los astros del abismo", todos los estudiosos de su obra, hablan de una personalidad contradictoria, que transcurrió en un permanente entramado de vivencias dolorosas, cargadas de soledades, de misterios. 
 En 1912 Rubén Darío, el gran poeta de América, el creador del Modernismo, llegó a Montevideo y fue a visitar a la poetisa y estas fueron sus palabras: “De todas las mujeres que hoy escriben en verso ninguna ha impresionado mi ánimo como Delmira Agustini... es la primera vez que en lengua castellana aparece un alma femenina en el orgullo de su inocencia y de su amor, a no ser Santa Teresa en su exaltación... si esta niña bella continúa en la lírica revelación de su espíritu como hasta ahora, va a asombrar a nuestro mundo de habla española.. .pues por ser muy mujer dice cosas exquisitas que nunca se han dicho”.
Su poesía se inscribió en la corriente modernista de la época, pero cuando el soterrado sentimiento que alentaba en el alma de la poetisa podía expresarse sin trabas, sus palabras alcanzaban una dimensión más auténtica que dio lugar a sus poemas excelsos: Explosión, Íntima, Lo inefable, Visión, Otra estirpe, Plegaria, que bastaron para asegurarle un lugar privilegiado, en su corta vida, en el parnaso literario.



Amor

Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
era un mar desbordado de locura y de fuego,
rodando por la vida como un eterno riego.

Luego soñélo triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche la cabeza de fuego;
después rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
soñaba sus cristales el alma de la fuente.

Y hoy sueño que es vibrante y suave y riente y triste,
que todas las tinieblas y todo el iris viste,
que, frágil como un ídolo y eterno como Dios,

sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
en una flor de fuego deshojada por dos....


Boca a boca

Copa de vino donde quiero y sueño                                
beber la muerte con fruición sombría,
surco de fuego donde logra Ensueño
fuertes semillas de melancolía.

Boca que besas a distancia y llamas
en silencio, pastilla de locura,
color de sed y húmeda de llamas...                      

¡Verja de abismos es tu dentadura!                               

Sexo de un alma triste de gloriosa;                    


el placer unges de dolor; tu beso,
puñal de fuego en vaina de embeleso,
me come en sueños como un cáncer rosa...

Joya de sangre y luna, vaso pleno
de rosas de silencio y de armonía,
nectario de su miel y su veneno,
vampiro vuelto mariposa al día.

Tijera ardiente de glaciales lirios,
panal de besos, ánfora viviente
donde brindan delicias y delirios
fresas de aurora en vino de poniente...

Estuche de encendidos terciopelos
en que su voz es fúlgida presea,
alas del verbo amenazando vuelos,
cáliz en donde el corazón flamea.

Pico rojo del buitre del deseo
que hubiste sangre y alma entre mi boca,
de tu largo y sonante picoteo
brotó una llaga como flor de roca.

Inaccesible... Si otra vez mi vida
cruzas, dando a la tierra removida
siembra de oro tu verbo fecundo,
tú curarás la misteriosa herida:
lirio de muerte, cóndor de vida,
¡flor de tu beso que perfuma al mundo
!


Con tu retrato

Yo no sé si mis ojos o mis manos
encendieron la vida en tu retrato;
nubes humanas, rayos sobrehumanos,
todo tu Yo de Emperador innato

amanece a mis ojos, en mis manos.
¡Por eso, toda en llamas, yo desato
cabellos y alma para tu retrato,
y me abro en flor!... Entonces, soberanos

de la sombra y la luz, tus ojos graves
dicen grandezas que yo sé y tú sabes...
y te dejo morir... Queda en mis manos

una gran mancha lívida y sombría...
¡Y renaces en mi melancolía
formado de astros fríos y lejanos!






El intruso

Amor, la noche estaba trágica y sollozante
cuando tu llave de oro cantó en mi cerradura;
luego, la puerta abierta sobre la sombra helante,
tu forma fue una mancha de luz y de blancura.

Todo aquí lo alumbraron tus ojos de diamante;
bebieron en mi copa tus labios de frescura;
y descansó en mi almohada tu cabeza fragante;
me encantó tu descaro y adoré tu locura.

¡Y hoy río si tú ríes, y canto si tú cantas;
y si duermes, duermo como un perro a tus plantas!
¡Hoy llevo hasta en mi sombra tu olor de primavera;

y tiemblo si tu mano toca la cerradura;
y bendigo la noche sollozante y oscura
que floreció en mi vida tu boca tempranera!

El nudo

Su idilio fue una larga sonrisa a cuatro labios...
En el regazo cálido de rubia primavera
amáronse talmente que entre sus dedos sabios
palpitó la divina forma de la quimera.

En los palacios fúlgidos de las tardes en calma
hablábanse un lenguaje sentido como un lloro,
y se besaban hondo hasta morderse el alma!...
Las horas deshojáronse como flores de oro,
y el destino interpuso sus dos manos heladas...

¡Ah! los cuerpos cedieron, más las almas trenzadas
son el más intrincado nudo que nunca fue...
En lucha con sus locos enredos sobrehumanos
las furias de la vida se rompieron las manos
y fatigó sus dedos supremos Ananké.

Explosión

¡Si la vida es amor, bendita sea!
Quiero más vida para amar! Hoy siento
que no valen mil años de la idea
lo que un minuto azul de sentimiento.

Mi corazón moría triste y lento...
Hoy abre en luz como una flor febea.
¡La vida brota como un mar violento
donde la mano del amor golpea!

Hoy partió hacia la noche, triste, fría...
rotas las alas, mi melancolía;
como una vieja mancha de dolor

en la sombra lejana se deslíe...
¡Mi vida toda canta, besa, ríe!
¡Mi vida toda es una boca en flor!




Íntima

Yo te diré los sueños de mi vida
en lo más hondo de la noche azul...
Mi alma desnuda temblará en tus manos,
sobre tus hombros pesará mi cruz.

Las cumbres de la vida son tan solas,
¡tan solas y tan frías! Yo encerré
mis ansias en mí misma, y toda entera
como una torre de marfil me alcé.

Hoy abriré a tu alma el gran misterio;
ella es capaz de penetrar en mí.
En el silencio hay vértigos de abismos:
yo vacilaba, me sostengo en ti.

Muero de ensueños; beberé en tus fuentes
puras y frescas la verdad; yo sé
que está en el fondo magno de tu pecho
el manantial que vencerá mi sed.

Y sé que en nuestras vidas se produjo
el milagro inefable del reflejo...
En el silencio de la noche mi alma
llega a la tuya como un gran espejo.

¡Imagina el amor que habré soñado
en la tumba glacial de mi silencio!
Más grande que la vida, más que el sueño,
bajo el azur sin fin se sintió preso.

Imagina mi amor, mi amor que quiere
vida imposible, vida sobrehumana,
tú sabes que si pesan, si consumen
alma y sueños de olimpo en carne humana.

Y cuando frente al alma que sentía
poco el azur para bañar sus alas
como un gran horizonte aurisolado
o una playa de luz, se abrió tu alma:

¡Imagina! ¡Estrechar, vivo, radiante
el imposible! ¡La ilusión vivida!
Bendije a Dios, al sol, la flor, el aire,
¡la vida toda porque tú eras vida!

Si con angustia yo compré esta dicha,
¡bendito el llanto que manchó mis ojos!
¡Todas las llagas del pasado ríen
al sol naciente por sus labios rojos!

¡Ah! Tú sabrás mi amor; mas vamos lejos,
a través de la noche florecida;
acá lo humano asusta, acá se oye,
se ve, se siente sin cesar la vida.

Vamos más lejos en la noche, vamos
donde ni un eco repercuta en mí,
como una flor nocturna allá en la sombra
me abriré dulcemente para ti.



La cita

En tu alcoba techada de ensueños, haz derroche
de flores y de luces de espíritu; mi alma
calzada de silencio y vestida de calma
irá a ti por la senda más negra de esta noche.

Apaga las bujías para ver cosas bellas;
cierra todas las puertas para entrar la ilusión;
arranca del misterio un manojo de estrellas
y enflora como un vaso triunfal tu corazón.

Y esperarás sonriendo, y esperarás llorando!...
Cuando llegue mi alma, tal vez reces pensando
que el cielo dulcemente se derrama en tu pecho....

Para el amor divino ten un diván de calma,
y con el lirio místico que es su arma, mi alma
apagará una a una las rosas de tu lecho.




Lo inefable

Yo muero extrañamente...No me mata la Vida,
no me mata la Muerte, no me mata el Amor;
muero de un pensamiento mudo como una herida...
¿No habéis sentido nunca el extraño dolor

de un pensamiento inmenso que se arraiga en la vida,
devorando alma y carne, y no alcanza a dar flor?
¿Nunca llevasteis dentro una estrella dormida
que os abrasaba enteros y no daba un fulgor?...

Cumbre de los Martirios!... Llevar eternamente,
desgarradora y árida, la trágica simiente
clavada en las entrañas como un diente feroz!...

Pero arrancarla un día en una flor que abriera
milagrosa, inviolable!... Ah, más grande no fuera
tener entre las manos la cabeza de Dios!



Nocturno

Engarzado en la noche el lago de tu alma,
diríase una tela de cristal y de calma                            
tramada por las grandes arañas del desvelo.

Nata de agua lustral en vaso de alabastros;
espejo de pureza que abrillantas los astros
y reflejas la cima de la Vida en un cielo...
Yo soy el cisne errante de los sangrientos rastros,
voy manchando los lagos y remontando el vuelo.



Para tus manos

Manos que sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño;
que disteis toda belleza                                          

 que toda belleza os dieron;
tan vivas como dos almas,
 tan blancas como de muerto,
                        
tan suaves que se diría
acariciar un recuerdo;
vasos de los elixires
los filtros y los venenos;
¡manos que me disteis gloria
manos que me disteis miedo!
Con finos dedos tomasteis
la ardiente flor de mi cuerpo...
Manos que vais enjoyadas
del rubí de mi deseo,
la perla de mi tristeza,
y el diamante de mi beso:
¡llevad a la fosa misma
un pétalo de mi cuerpo!
Manos que sois de la Vida,
manos que sois del Ensueño.





Plegaria

-Eros: ¿acaso no sentiste nunca

Piedad de las estatuas?
Se dirían crisálidas de piedra
de yo no sé qué formidable raza
en una eterna espera inenarrable.
Los cráteres dormidos de sus bocas
dan la ceniza negra del Silencio,
mana de las columnas de sus hombros
la mortaja copiosa de la Calma,
y fluye de sus órbitas la noche:
Víctimas del futuro o del misterio,
en capullos terribles y magníficos
esperan a la Vida o a la Muerte.
Eros: ¿acaso no sentiste nunca
Piedad de las estatuas?

Piedad para las vidas
Que no doran a fuego tus bonanzas
Ni riegan o desgajan tus tormentas;
Piedad para los cuerpos revestidos
Del armiño solemne de la Calma,
Y las frentes en luz que sobrellevan
Grandes lirios marmóreos de pureza,
Pesados y glaciales como témpanos;
Piedad para las manos enguantadas
De hielo, que no arrancan
Los frutos deleitosos de la Carne
Ni las flores fantásticas del alma;
Piedad para los ojos que aletean
Espirituales párpados:
Escamas de misterio,
Negros telones de visiones rosas...
¡Nunca ven nada por mirar tan lejos!
Piedad para las pulcras cabelleras
-Místicas aureolas-
Peinadas como lagos
Que nunca airea el abanico negro,
Negro y enorme de la tempestad;
Piedad para los ínclitos espíritus
Tallados en diamante,
Altos, claros, extáticos
Pararrayos de cúpulas morales;
Piedad para los labios como engarces
Celestes donde fulge
Invisible la perla de la Hostia;
-Labios que nunca fueron,
Que no apresaron nunca
Un vampiro de fuego
Con más sed y más hambre que un abismo.-
Piedad para los sexos sacrosantos
Que acoraza de una
Hoja de viña astral la Castidad;
Piedad para las plantas imantadas
De eternidad que arrastran
Por el eterno azur
Las sandalias quemantes de sus llagas;
Piedad, piedad, piedad
Para todas las vidas que defiende
De tus maravillosas intemperies
El mirador enhiesto del Orgullo:
Apúntales tus soles o tus rayos!

Eros: ¿acaso no sentiste nunca
Piedad de las estatuas?...



Tu amor

Tu amor, esclavo, es como un sol muy fuerte:
jardinero de oro de la vida,                                          


jardinero de fuego de la muerte,
en el carmen fecundo de mi vida.

Pico de cuervo con olor de rosas,
aguijón enmelado de delicias
tu lengua es. Tus manos misteriosas
son garras enguantadas de caricias.

Tus ojos son mis medianoches crueles,
panales negros de malditas mieles
que se desangran en mi acerbidad;

crisálida de un vuelo del futuro,
es tu abrazo magnífico y oscuro
torre embrujada de mi soledad.

Visión

¿Acaso fue en un marco de ilusión,
en el profundo espejo del deseo,
o fue divina y simplemente en vida
que yo te vi velar mi sueño la otra noche?

En mi alcoba agrandada de soledad y miedo,
taciturno a mi lado apareciste
como un hongo gigante, muerto y vivo,
brotado en los rincones de la noche
húmedos de silencio,
y engrasados de sombra y soledad.

Te inclinabas a mí supremamente,
como a la copa de cristal de un lago
sobre el mantel de fuego del desierto;
te inclinabas a mí, como un enfermo
de la vida a los opios infalibles
y a las vendas de piedra de la Muerte;
Te inclinabas a mí como el creyente
a la oblea de cielo de la hostia...
-Gota de nieve con sabor de estrellas
que alimenta los lirios de la Carne,
chispa de dios que estrella los espíritus.-
Te inclinabas a mí como el gran sauce
de la Melancolía
a las hondas lagunas del silencio;
te inclinabas a mí como la torre
de mármol del Orgullo,
minada por un monstruo de tristeza,
a la hermana solemne de su sombra...
Te inclinabas a mí como si fuera
mi cuerpo la inicial de tu destino
en la página oscura de mi lecho;
te inclinabas a mí como al milagro
de una ventana abierta al más allá.

¡Y te inclinabas más que todo eso!

Y era mi mirada una culebra
apuntada entre zarzas de pestañas,
al cisne reverente de tu cuerpo.
Y era mi deseo una culebra
glisando entre los riscos de la sombra
a la estatua de lirios de tu cuerpo!

Tú te inclinabas más y más... y tanto,
y tanto te inclinaste,
que mis flores eróticas son dobles,
y mi estrella es más grande desde entonces.
Toda tu vida se imprimió en mi vida...

Yo esperaba suspensa el aletazo
del abrazo magnífico; un abrazo
de cuatro brazos que la gloria viste
de fiebre y de milagro, será un vuelo!
Y pueden ser los hechizados brazos
cuatro raíces de una raza nueva:

Y esperaba suspensa el aletazo
del abrazo magnífico...
¡Y cuando,
te abrí los ojos como un alma, y vi
que te hacías atrás y te envolvías
en yo no sé qué pliegue inmenso de la sombra!




Otra estirpe

 Eros, yo quiero guiarte, Padre ciego...
 
pido a tus manos todopoderosas,
su cuerpo excelso derramado en fuego   


sobre mi cuerpo desmayado en rosas!


La eléctrica corola que hoy despliego
brinda el nectario de un jardín de Esposas;
para sus buitres en mi carne entrego
todo un enjambre de palomas rosas!

Da a las dos sierpes de su abrazo, crueles,
mi gran tallo febril... Absintio, mieles,
viérteme de sus venas, de su boca...

¡Así tendida, soy un surco ardiente,
donde puede nutrirse la simiente,
de otra Estirpe, sublimemente loca!

















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