jueves, 26 de febrero de 2015

Olfato




Los libros siempre habían sido inalcanzables para ella hasta el día en que aquella silla quedó colocada debajo de la estantería. Sin dudarlo, apoyó las manos en el respaldo y con decisión colocó una pierna encima del asiento, cogió impulso y subió la otra. Una vez arriba estiró su brazo y agarró un libro, lo abrió y metió la nariz entre sus páginas. Nunca había olido nada así. De las viejas entrañas de aquel volumen se desprendió el olor a cuero de sus tapas, la vetusta humedad de los años, el aterciopelado cosquilleo del polvo y la flamante promesa de un descubrimiento. Aspiró y aspiró con fruición, hasta que su madre la vio en el precario equilibro de sus piernas aún tímidas e inseguras y pegando un grito la bajó de allí. Pero ella, a escondidas, enganchada a los aromas que salieron de aquellas páginas continuó olfateando. Un día se le desveló la incógnita de aquellos caracteres apretujados y ya nunca pudo librarse del embrujo de las palabras. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario