sábado, 6 de abril de 2013

Después de la cena


El reloj de la cocina marca las 21.00 horas. Antonia friega los platos de la cena mientras Luis escucha las noticias en la pequeña radio colocada encima de la nevera. Una luna con olor a cebolla frita y tedio antiguo se asoma por la ventana.
 -¡Mañana por la mañana iremos al Carrefour para hacer la compra del mes.-
-Pero Antonia si es que yo quería…-
 -¡Tú querías! ¡Tú querías! ¡Tú siempre quieres…!
-Bueno, bueno… Vale. Por la mañana iremos al Carrefour.-
-Y por la tarde tiene partido Luisito y tienes que llevarlo hasta el campo.-
-Bueno, está bien, está bien… Lo dejaré para el domingo.-
-¿Para el domingo? ¿Qué dejarás para el domingo Luis?-
-Pues que este fin de semana había quedado con Alberto para ir a pescar y si no puedo ir el sábado... iré el domingo.-
 -¿Cómo? ¡Ah, no! El domingo vamos a comer a casa de mi madre. ¿Cómo se te ocurre hacer planes para el domingo si sabes que siempre vamos a comer a casa de mi madre?-
Luis mira a su mujer y vista así, de espaldas, le parece que tiene el tamaño del armario ropero de su habitación. Luego se levanta, se acerca a la ventana, la abre y mira las luces de la ciudad que se extienden centelleantes y acogedoras en la noche.
 -¡Luis! ¿Me estás oyendo? ¡Uy! Pero que frío hace. ¿Luis? ¿Por qué abriste la ventana? ¿Luis? ¿Luis? Pero... ¿dónde estás?-

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