sábado, 1 de junio de 2013

Secretos


La noche se cuela por las calles y las avenidas de la ciudad. Se abre la puerta de la habitación y Samuel, un joven de incipiente barba negra, visera calada hasta las orejas y pantalones vaqueros a la altura de las caderas, coge una silla, se sienta y aplica su ojo derecho al cristal del visor. Mueve el catalejo y lo enfoca hacia la ventana del salón del quinto piso del edificio situado a la derecha. Hoy el hombre de la perilla no está borracho y no le pega a su mujer. En la cocina del tercer piso el viejo que tira la basura por la ventana cuando nadie lo ve, prepara la cena. Su mujer, sentada en una silla de ruedas, babea. Samuel gira el catalejo hacia el edificio de la izquierda y en la habitación del segundo piso, un pequeño resquicio entre las cortinas le permite enfocar lo que sucede en su interior. El descuido de su moradora le sirve para violar la intimidad del dormitorio de la mujer, que comienza a desvestirse. Samuel, excitado, pega el ojo al cristal. Es la pelirroja madura y maciza, la del contoneo voluptuoso, siempre subida encima de unos tacones inverosímiles. La mujer, de espaldas a Samuel, se quita las medias y el culo antes alto y respingón, deja paso a unas posaderas planas y flácidas que continúan en unas piernas delgadas y escuálidas. Al desprenderse del sujetador, el pecho altivo y erguido queda colocado encima de una silla. La cintura, aprisionada por una faja, se libera y deja caer una barriga redonda y prominente. La mujer se pone el camisón y se sienta delante del tocador. La melena rojiza y leonada corona la cabeza de plástico de un maniquí. Con soltura se quita las largas pestañas postizas que deposita en una caja y metiendo el dedo anular en el ojo derecho se quita la lentilla para, a continuación, hacer la misma operación en el ojo izquierdo. Finalmente se limpia el cutis con una toallita desmaquillante, que se lleva con ella el color sonrosado de su rostro. Luego se mete en la cama y apaga la luz. A su alrededor las demás luces comienzan a apagarse y la noche, como una niebla de alquitrán zigzagueante, lo invade todo.  

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