viernes, 18 de octubre de 2013

Zapatos




-¡Clara hija! ¡Deja esos zapatos! ¿No ves que no son tuyos? Son de ese señor. Y se va a enfadar mucho cuando se los devolvamos. ¡Ya no sé cómo te lo voy a decir! ¡No te pongas los zapatos de la gente! ¡Como lo vuelvas a hacer te castigo sin venir a la playa!
Y Clara, con un mohín triste, se sienta en la toalla mientras sus pies pequeños y gordezuelos se mueven inquietos en la arena. Al poco rato, sus ojos se fijan en las sandalias rojas de una señora que acaba de llegar a la playa. Cuando la señora de las sandalias se está bañando y su madre está distraída pelándole un plátano a su hermano, se calza las sandalias rojas y subida en ellas siente que está en otro mundo, un mundo de princesas, de vestidos color rosa, de collares de cuentas blancas y doradas… hasta que siente que su madre le hace daño al agarrarla por el brazo.
 -¡Pero otra vez! Pero hija, ¡qué fijación tienes con los zapatos! ¡No te voy a traer más a la playa!
El rostro de Clara se contrae en una mueca de dolor que desaparece cuando su mirada se detiene en unas chanclas azules…

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