jueves, 14 de marzo de 2013

El baile



Pétula Polenta llegó del brazo de Rodrigo de Arriba. Llevaba un vestido de seda rosa que al caminar se pegaba a sus flácidas pantorrillas, mientras que los picos de la levita de Rodrigo se bamboleaban al ritmo de su violenta cojera. Al verlos, Lupicinia Pisabarros, que estaba sentada muy rígida para que el corpiño de raso azul “palabra de honor” no le resbalara hasta la cintura, los miró con desprecio.
Manolo Fuertes y Eduvigis de la Fuente bailaban. Él, con pasos lentos y bien medidos, para evitar que el peluquín pudiera caerse al suelo al vaivén de un brusco movimiento y ella, meneando el culo trémulo y arrugando la nariz por el olor a naftalina de la ropa de Manolo.
 En la tarde de otoño, Antonio Machín cantaba “Angelitos negros”.

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